Desarrollo de las emociones en el aula
Gracias a las neurociencias hoy podemos comprender que nuestro cerebro es el responsable central de aquello que sentimos y aprendemos. Cuando hablamos de emociones, aprendizaje y cognición, no estamos refriéndonos a dos conceptos aislados, sino todo lo contrario: son dos caras de una misma moneda.
El rol del docente es el de fomentar y habilitar las emociones y poder vincular los contenidos que se imparten en el aula, con situaciones de la vida cotidiana.
Cuanto más y mejor puedan los/as estudiantes desarrollar relaciones emocionales con los otros y con lo que se está aprendiendo en el aula, mayor actividad y procesamiento cerebral tendrán.
El aprendizaje significativo se favorece en espacios escolares que se encuentren libres de amenazas, miedo o intimidación.
¿Por qué?
Porque cuando un estudiante se siente amenazado, ya sea a través de palabras, miradas o gestos, automáticamente se desatan procesos emocionales o reacciones de supervivencia.
Es por esto que el aula tiene que ser un entorno seguro, donde los/as estudiantes sientan la confianza para poder manifestar sus emociones, y donde los/as docentes puedan reconocerlas, sin juzgarlas, y trabajar en ellas.